miércoles, 8 de enero de 2014

¡No se vayan todavía, aún hay más!




Mi risotto de boletus hasta arriba de parmigianno, ni te puedes imaginar cómo me he reído con tu último mail, ¿Cómo te atreves a poner en duda la funcionalidad de mi esperpéntico sistema? Que sepas que hasta hace bien poco nadie tuvo que decirme nunca: ¿Pero tú tienes canas? Y he de decir que las tengo desde los 18 años (no eran las nieves del tiempo pero te aseguro que mis sienes empezaban a platear) y sin embargo, en estos dos últimos años más veces de las que yo quisiera he tenido que oír: “No sabía que tenías tantas canas” o “¿será de ahora, no?” Tal vez es una locura querer organizar hasta el último minuto de tú vida despierta (mientras duermo no organizo nada) pero hubo un tiempo en que esa disciplina funcionaba mejor que un reloj suizo y yo estaba estupenda, mi piel era perfecta, nunca llegaba tarde a los sitios y cumplía con todos mis compromisos (laborales y sociales) siempre a tiempo.  Después de este intento zafio estoy convencida de que esos años no volverán. No lo harán porque ahora hay dos niños que me impiden ser tan rigurosa pues me debo también a sus necesidades que no siempre son compatibles con las mías, y porque mi ritmo tampoco es el mismo en general.
Escribo mi segunda novela y parece que algo avanza… lento pero avanza. Luego hablo con algún amigo de los que trabajan en alguna editorial o alrededores y casi caigo en depresión. Te cuentan algún secretillo: “¿sabes que el libro de fulanito es un plagio del copón de un libro francés de 1946 que nunca llegó a traducirse? Se ha limitado a traducirlo y a poner cuatro cositas de su cosecha pero ahí está, palabra por palabra.”  Una vez, una escritora que, como era de esperar no pasó del segundo libro, me dijo (después de una entrevista sobre su libro y naturalmente sin micros) que ella jamás había leído a Mercè Rodoreda, unos días más tarde en otra entrevista, a la pregunta: ¿qué autor no te ha defraudado jamás? Ella contestaba solemne: “Mercè Rodoreda”.  Y pensé que irónicamente, mentir, no mentía. A mí nunca me ha defraudado Jenófanes, por ejemplo, pero eso se debe a que jamás he intentado ni acercarme a la poesía lírica griega que flirtea con la filosofía, y así seguirá siendo de momento. Ni él me defrauda ni yo trato de leerlo y tan amigos.
¿Por qué te cuento todo esto? ¡Ah sí! Por lo de mi libro (he venido a hablar de mi libro ¡mi libro!) nada, que lo escribo y me va gustando más que el primero pero sé que difícilmente verá la luz, no está el patio para bollos o el horno para bailes, no sé cómo era. He medio convencido a Salvador, para que haga de lector/corrector y me vaya diciendo las cosas que no se entienden o que no le gustan. Es un traumatólogo jubilado que suele presumir de disponer de mucho tiempo. Sinceramente, creo que no tiene sentido del peligro. Ya le he amenazado en utilizarle de lector para el libro y para el guión de la peli que sigue pareciéndome incompleto y reescribo una y otra vez. Creo que después de esto, se guardará mucho de presumir de tiempo libre delante de gente como nosotros.
Por otra parte, Tere una amiga del trabajo, me pie a gritos que te pongas ya con otro corto y que cuentes con ella. Dice que necesita salir de la rutina… ¿sabes que? No creo que la vida valga la pena si dejas que tu rutina solo sea trabajar, creo que es necesario realizarse en cualquier cosa en la que uno se sienta bien, ya sea pintando un cuadro, cocinando, cantando o mirando al mar pensando en el sentido de la vida, el caso es realizarse.

Besitos,
Esterqui