lunes, 13 de febrero de 2012

De como conservar la línea y ponerse tibio a tó.

Amada ostra al palo cortado con ajo blanco y negro,
quédate con lo de palo y no con lo de ostra ovalada, que últimamente estás muy susceptible, vale, y yo muy viejo.
La semana ha sido muy complicada - no comment- pero el sábado pasado tuvimos un plan que no te pasa todos los días; pasará mucho tiempo sino toda una vida... nada improvisado. Planeado desde julio del año pasado. Un regalo. De cumpleaños. De mi cuqui. Mi primo Xisco y su mujer, María Antonia, y mi otro primo Joan también vinieron. En Girona. Para cenar. Tres hermanos. Un restaurante. El restaurante. El segundo del mundo. Un despropósito. Con la que está cayendo. Da un poco de vergüenza. Pero lo hicimos. Nos pusimos tibios. El Menú "Festival". Irónico. Catorce platos. Siete aperitivos. Maridaje: Quince vinos. Nos enseñaron primero la cocina y la bodega. De agradecer. Me la llegan a enseñar después y me caigo ebrio en un caldero o meto un dedo como aquel pinche que empezó a trabajar en la Fundación Alicia, metió su índice en una cacerola de agua aparente y se le abrasó allí. Al instante. No sé qué proceso químico aplicado a la cocina empleaban; lo que sí sé es que el agua aparente estaba a 400 grados. ¿Como presentarían ese plato en las mesas? ¿Esferificación de nueces caramelizadas, espuma láctica y laminaduras dá(c)tiles? En un momento de la apoteosis gastronómica, ya hacia el final, apareció una hormiga en el plato de mi cuqui y lo comentamos con la camarera que con tanta verborrea nos había explicado ingredientes, texturas, regionalidades culinarias, etc. que había una hormiga nerviosa en un plato. Se aterrorizó la pobre y no sólo insistimos en que no se la llevara sino que reclamamos las hormigas que creíamos también debían correspondernos a nosotros. Los mallorquines solemos tener un sentido del humor muy particular. Los gerundenses tienen otro sentido del humor, como decirte... escaso. La cuenta se pagó a escote. El coche lo cogió María Antonia, que no había bebido vino. Quizás nos hubiera venido bien un paseo nocturno después de cuatro horas de ágape. El caso es que hacía una rasca de morirte y nos fuimos para el hotel. Allí dormí plácidamente. Tanto que ni me enteré de que mi pomelito pocho se la pasó vomitando. ¿Un exceso? ¿Un momento Top Model bulímico-anoréxica? ¿Un truco, pues? Lo que me queda es la impresión de que nunca nadie se había deshecho con tanta presteza de un regalo mío. Y mira que he tenido mal gusto a veces.
Hoy para redimirnos de esos excesos hemos ido a un balneario decadente con Josep a celebrar su cumpleaños de hace un año y nos hemos reído un montón. Hacía tiempo que no me sentía joven entrando en un sitio.  Momento extraño. El que he vivido cuando me han metido en un envoltorio plateado como de accidente de tráfico y me han dejado en una especie de morgue. Mi vida en quince minutos. En uno de ellos Trini me daba golpecitos en la cara. No era Trini, amiga nuestra de la infancia, sino la chica que me puso un barro del Mar Muerto  -barro que hedía a cadáver- que me devolvía a la vida. Alguien -vivo también- estaba esperando.
Johnny, tu amor verdadero.