martes, 10 de abril de 2012

Crucero Imposible Parte II

Por fin me vi montado en un avión, ahora de Iberia y durante media travesia con un dolor de espalda o lumbago o no sé, insoportable. Fruto de tanto paseo ayer por Barcelona con la maleta arrastras. Conseguí que el dolor se fuera con un paracetamol tamaño XXL que me dió un azafato, un orfidal y una botellita de vino tinto bien rica. Momentazo Ester & Johnny. Buli buli buli buuu. Aparte de dormir me leí enterito el maravillosos libro de Fabio Geda "En el mar hay cocodrilos". Una manera muy diferente de la mia de vivir las Olimpiadas de Atenas 2004. El protagonista, un chico afgano que huye del infierno de la represión de su etnia en su país, llegará de manera clandestina después de mil peripecias a Grecia y no es final de parada.
A pesar de que salimos con una hora de retraso, los trámites burocráticos para entrar en Puerto Rico no fueron tediosos y me vi antes de lo esperado dentro del barco. Encuentro emotivo con uno de mis amigos. El otro estaba dándose un masaje en el SPA. Demasiadas tensiones acumuladas. Al zarpar lancé serpentinas y agitamos banderitas absurdas de paises (que habia comprado en un chino en Sitges).
A partir de aqui todo fue un mix de fiestas e islas.
De lo primero casi siempre eran en cubierta, en la zona de piscinas, por la tarde y de noche. Terminaban a las 3 a.m. pero seguían en la discoteca de proa como after.  Cada fiesta era temática: Blanca (con muchas maneras de entender el "blanco": un tio bailando como un poseso con una camisa de fuerza... blanca (quizás todavía le esten buscando en un frenopático), novias (con su velo y todo), deportistas (uno con su raqueta de tenis y todo), yo de rollo ibicenco y mucha mucha gente con muy poca poca ropa (blanca, por supuesto); fiesta de los 70 (aqui me puse el traje de ABBA dorado y con patas de elefante que me dejó mi amigo Andrew y una peluca de pelo corto rubia, muy proporcionada; de los 80, de los 90, de estética militar, la plagada de complementos fluorescentes, la homenaje a "El mago de Oz" con todo tipo de guiños a todo el espectro cromático del arcoiris, también con hombres de hojalata, espantapájaros y varias Dorothy que emulaban a Juddy Garlan con sus escarpines, los zapatitos de rojo rubí, y su cestita de mimbre con el infatigable Totó disecado dentro. Alguna enseñaba la polla y todas iban de coctailes hasta arriba. Más de un espantapájaro iba puestisimo de todo. Over the rainbow.
Las islas las visitamos todas (a diferencia de gran parte del pasaje, que dormía la mona todos los días). Algunos las visitaron a la fuerza: por follar en la terracita del camarote frente a todo el puerto, fueron obligados a permanecer 24 horas arrestados y tuvieron que sumarse al grupo en avioneta privada.
En Granada y Dominica fuimos con excursiones organizadas desde el barco. Ambas islas son muy exuberantes y ejemplifican todo lo que nos viene a la cabeza cuando hablamos de Trópico.  En la primera mi amigo (el de los masajes) se despistó y acabó un policia, a las puesrtas del camarote, diciéndonos que era el último pasajero por subir al barco y que zarpábamos sin él. Por suerte, por el walky le dijeron: "the spanish mamarracha is already on the boat" y pudimos respirar tranquilos.  Y es que cada día nos pasaba alguna, que no ganábamos para sustos.
En Barbados, paraiso fiscal (tendrías que ver que lujo, los bancos... unos priveés para cerrar sus tejemenejes) la mayor de las Hurtados, Paloma (los otros dos, más callados, por nuestro limitao inglés, seriamos las gemelas) negoció con el taxista todo un tour por la isla que tenía que paradar en la abadia colonial de San Nicolás. Hay unas playas increibles. Nos entretuvimos  y más que nos hubierámos entretenido de hacer caso al pedazo de negro del taxi quién a la mínima de cambio nos hablaba de las mujeres autóctonas, de calles plagadas de prostíbulos y de orgías. Paloma Hurtado insistía en ir a la abadia y en hacerlo antes de las 15 hrs, en que cerraban. Hubo un poco de litigio y al final el negro empezó a conducir como un loco por unas carreteras estrechisimas, mal hechas, a veces cortadas (con lo que había que deshacer el camino hecho), otras con boquetes inmensos en puentes de cartón piedra. Oraba (tratando de abarcar diferentes creencias) para que no nos cruzaramos en una de esas temibles curvas con otro coche conducido a toda ostia por otro zumbado. Hubo suerte y aqui, en este relato vivido, tienes la prueba de que llegamos (tarde pero a base de gritos en diferentes idiomas nos dejaron pasar).
La última, Saint Barth, es francesa. Todo un flipe de yates, caserones y tiendas de lujo. Del tamaño de Formentera nos la recorrimos toda en un quad y una moto alquilados. Yo conducía el primero. Son máquinas que se pueden meter en casi cualquier sitio: caminos de tierra, pedregosos,... digo "casi" porque en la última playita que visitamos comprobé que cuando metes un quad en la arena blanda y te paras a sacar una foto, al querer irte te puedes encontrar con que un montón de arena sale por detrás como el césped de una cortadora y que por mucho que pongas piedras planas, el quad se va hundiendo y hundiendo hasta que parece un resto arqueológico. Descubres también que dos personas (al de la moto lo habíamos perdido hacía rato) no pueden mover a la fuerza un cacharro que pesará 250-300 kilos. Y descubres que una playa desierta no es el mejor lugar para que te pase todo esto. Y más cuando vas en un barco cuyo capitán no estará dispuesto a esperar a ningun ocupante más del camarote 9037.La aparición milagrosa de unos hippies (supongo que alertados por los berridos de nuestra tuneladora) hizo que entre todos (ocho) pudiésemos -estirón a estirón- salir de aquel entuerto.
de esa isla un recuerdo menos lastimoso y del todo mágico: la playa más bonita donde creo haber estado nunca: la se llama Eden, con mucho acierto.
Vi San Juan de Puerto Rico, colonia española durante 400 años, en una mañana. Mis amigos la veían por segunda vez. Uno de ellos incluso e tragó sus dos castillos por dentro para que no la viera sólo.
Y volví de nuevo con el mismo dolor de espalda de arrastrar maletas que a la ida. Aqui me faltó el vino (ya sé que me dirás que es un fallo imperdonable) y no dormí ni una hora. Ello me vino muy bien porque no hubo problema alguno de jet lack. Pena de los vuelos porque el brindis con el capitán Costas (te lo juro, ¡Costas! con el mal fario que tienen este año) para que tuviéramos una buena travesia surtió efecto y a pesar de las adversidades, la aventura ha sido muy loca, única, irrepetible, maravillosa.
Besito de tu Robinson Crusoe de tres al cuarto.
Johnny