domingo, 11 de mayo de 2014

Jesús es drag queen (en las redes)

Querida a secas,
el enfermo soy yo.
No puede ser que tengas anginas a tutti plen, gastroenteritis para atascar un inodoro, artritis incipiente en dos días y codo de tenista sin practicar ese deporte (ni otros, porque sino, explicame en que consiste tu cardiovascular delante del ordenador: ¿patadas a la pared si se cuelga la pantalla? ¿ chasqueo de dedos mientras se descarga alguna aplicación pirata? ¿te paseas por la casa con la torre, cargadita de placas base, la pantalla y el teclado a modo de ipad made in Aranda del Duero (que allí son muy paletos, ya lo dijo Francisco Umbral, a quien declararon persona non grata y tiraron una cabra con su nombre desde un campanario, ofendidísimos, qué asco de tío)
Sé que mi doctora te envió una carta y si te ha contado una mínima parte por lo que he pasado, tu molestia en la falange del dedo asustaría menos que unos comentarios homófobos de Aram MP3 (Armenia) en Eurovisión. Como poco se arriesgaría a salir sodomizado con el palo de la polaca que preparaba queso tan voluptuosamente.
También quiero que te escriba mi hermano Richi y que te ponga los puntos sobre las ies.
Dicho esto, confieso que yo también tengo dudas de si fue primero la gallina o el huevo. Quiero decir, con eso que me cuentas de que te preguntas si hay algo que no te acaba de hacer feliz y que posiblemente sea el origen de la dolencia física. ¿Estamos hechos una braga psicológicamente y eso nos afecta en que estamos más indefensos ante enfermedades oportunistas o es al revés?
Yo creo en ciclos que han de pasar, como las mareas (no dejamos de estar compuestos por un elevadísimo porcentaje de agua; mezclada con alcohol en tu caso) y no hay que agobiarse por ello. Pasan y ya está. Son como gripes del estado de ánimo. Si nos obcecamos en malos pensamientos de porqué se nos cae el mundo encima, no hacemos sino agravar lo que es un estado físico, -dicen que puramente hormonal-.
Tengo truquillos para sobrellevarlos mejor: cambiar rutinas, sorprendiéndome a mi mismo dejándome hacer la primera "locura" que se me pasa por la cabeza: "¿Y si no voy al gimansio?", "Pues no voy al gimnasio". "Hala, pero si estoy en la puerta". "Pues giro y ya no estoy". "¿Y a dónde coño me voy ahora?",  "A ver el mar". "¡El mar! Que loco".
Si que hay elementos externos que joden y no se pueden evitar: trabajo, psicologías infantiles que según que día provocarían reflujos al mismísimo Doctor Estevill, incomprensión de nuestras parejas... pero una mañana te levantas y notas que de repente te has curado, pero no bajes la guardia: el lado oscuro, el día menos esperado, volverá a dominar todo el espacio interestelar de nuestras cabecitas locas.
De todo esto y más me hubiera gustado hablarte el día en que no pudiste venir a la Segunda Edición del Rock in Ribes en el chalet de mi amiga Virginia. La casualidad quiso que acabase hablando de ello con el amigo con el que fui, llámalo X, un tío que con más de 45 años, casado y con un hijo, se ha enamorado de un francés y está tratando de empezar una nueva vida. Si le hubieras oído hablar, tenía la ilusión de un niño. Lástima que su ex no se lo esté poniendo nada fácil y tiene, por ahora, que convivir con ella. ¡ Está rabiosa! No entro a valorar si con razón, sin o parte.
Yo de todas las cosas del pasado, la que únicamente echo de menos (aparte de que no se me caigan las tetas ni el culo, en fin, aparte de ese buen cuerpo y esa incombustibilidad que te da ser jóven) es enamorarme. No te asustes. No cambiaría nada de lo que tengo ahora. David realmente es la persona con la que quiero compartir el resto de mis días, pero cuando X me hablaba de su salida del armario tardía y de cómo cada día y a todas horas se comunicaba con su francés, me daba mucha envidia. No del francés, que ni lo conozco, sino del sentimiento de estar flotando sobre un campo de margaritas sin siquiera rozarlas.
Son pequeños peajes que se ha de pagar porque sabemos que nos hemos acabado estrellando en tanto campo de margaritas, y que viene de regalo con piedras, cardos, amapolas opiaceas y, en tu caso, litros y litros de tinto de verano.
Eso sí, que tampoco se ha de tener miedo al salto al vacío. Si se ha de dar se da y eso lo he tenido clarísimo siempre. La inercia siempre ha sido mi enemiga.
Un sub género del salto al vacío eran los paseos que (comentábais en CosmoCaixa) se daba Jesús por el mar Muerto. No sé si realmente  ir andando sobre las aguas era una manera de provocar a la gente; un salto al vacío. Lo que sí sé es que desde ayer Jesús no hace más que llegarme vestido con todo tipo de ropajes pero siempre con la cara de Conchita Wurst; Jesús drag queen (en las redes).

Eurovesito