Mí adorada perlita devuelva mi adorada perlita,
Gracias por el regalo de este último fin de semana; realmente ha
sido fantástico y me ha venido como tú: de perla, perlita, así que no me hagas
mucho caso si en el relato hago en algún momento guasa; ya me conoces.
Nos viniste a recoger el viernes a Sitges (después de alguna que
otra llamada diciendo que te habías perdido, que estabas en una montaña que
subía pero que se veía el mar; nada tranquilizador al principio; ¿dónde coño
está ésta?; mar, montaña, joder, estamos en Cataluña. Mientras te esperábamos,
para relajarme me puse a limpiar la terraza del fango asqueroso que había
llovido la noche anterior y me puse de los nervios; (era como si hubiera
vomitado todo el orbe celestial). Charlando y cantando llegamos a Gandesa en
donde cenamos algo típico marroquí; lo normal. De ahí a Mazaleón en donde tu
vecino y medio familia, Pablo, te había dejado su casa de pueblo de cuatro
plantas y colchones para ir todo P 5 de colonias y no tocar suelo. A nosotros
nos reservaste la mejor cama, en la que había fallecido no sé quién pero eso no
importa porque en todas las camas con pedigrí se ha muerto alguien y no te
incordia ningún alma en pena porque antes la gente se moría a gusto y con todo
atado y bien atado, que es como se tiene que morir la gente de bien.
No había televisión, que distrae un montón. En nuestro caso sí que
había tele, que la trajiste con el Dvd pero para entretener a los niños,
aunque para bien de ellos no le hicieron mucho caso. Oriol prefirió jugar a
pelear sin sentido a base de puñetazos y mordiscos, que ya es la edad. Yo
también he tenido veinte años. Anna, más tímida, se escondía detrás de las
cortinas y en aquella casa de pueblo, ella tan rubita, tan guapa, daba un poco
de yuyu pero no se le giraba la cara 360 grados y con un cuaderno para pintar,
preferiblemente el de su hermano al suyo, ya estaba contenta.
El sábado conocimos Alcañiz y hablamos de proyectos y sueños, la
gruta de Cristal, en Los Molinos, con aquel guía que recitaba todo como quien
recita la lista de los reyes Godos, ninguna mácula ningún error, pero que poca
gracia. Hasta los "precioso", "maravilloso" que le salían
de la boca daban penita de puro triste y me dio por pensar que llevaba quizás
demasiados años explicando cuatro o cinco veces al día que un conglomerado de estalactitas
se parece a la Sagrada Familia al revés o que al fondo se ve claramente una
roca en forma de mesa con su tapete y sus bordados. Atravesamos el túnel del
tiempo para buscar dinosaurios en Castellote pero la crisis se los ha llevado a
emigrar a otros lares. En Calanda me pareció oír el eco de los tambores que
repican todo un día con su noche sin parar en Semana Santa. No era el eco de un
recuerdo sino una orquesta callejera que animaba la tarde. De regreso en el
coche jugamos a decir gente famosa que había tenido una accidentada forma de
morir explicando cómo había sucedido ésta: James Dean, Isadora Duncan, Jimmy
Hendrix, Mari Trini,...
Comimos pinchos, tortilla, coca riquísima de escalibada y nos
olvidamos el pastel ruso en la nevera no sin antes comentar que era una pena
que no hubiera postre que te dejara un poso dulce en la boca.
Jugamos al parchís hasta desfallecer y nos acostamos, no sin antes
achicar H2O de uno de los colchones que se empeñaba en ser de agua.
El domingo, tan pronto salía el sol como llovía en un atípico día
tropical. Conocimos a fondo Mazaleón. Anna gritaba: "¡Abuelo!" al
primer anciano que se le ponía a tiro. "¿Otro viejo?" "Sí".
Subimos a la ermita de San Cristóbal en donde hay un despoblado (nunca mejor
dicho) ibérico. Allí hay un museo que bien merece la pena no visitar y que no
sé bien que hace allí. Quizás fuera excesivo el quejumbroso "Que
ascoo" de Oriol pero los niños de 8 años tienen esas cosas. Dije antes que
tenía ocho años, ¿no? Compramos los famosísimos melocotones de Calanda en una
cooperativa y el trabajador que nos hizo las veces de vendedor, pitillo de
ducados en la boca (y en nuestra cara), nos acabo confesando que los
melocotones de alto standing no tienen sabor ni nada, que los mejores son los
que están llenos de taras, golpes, y demás, que por otro lado eran los que nos
llevábamos nosotros. Nos dio mucha pena cuando contó que algún año el
agricultor ponga 10.000 euros de su bolsillo y que se acabe llevando 7.000, un
poner.
Preparamos arroz con kétchup y salchichas para los niños mientras
tu hacías amistad con el vecino y le enseñabas la casa y su mujer gritaba
"Juan Carlos, la comida, ¿quién es esa?" y por un momento la vi a
ella de Zaldívar y a ti,... imagina.
De regreso cantamos canciones de Mari Trini que efectivamente no
murió en un accidente de coche y un doble arcoíris nos acompañaba como a
Dorothy por el caminito dorado de Oz. ¡¡ Me pido espantapájaros!!
Gracias de nuevo, cosica.
Johnny