domingo, 24 de junio de 2012

Cultura y ciencia versus furbol

Amada lucecita de cordura en este mundo loco que parece pagar todos sus males de décadas en unos pocos años terribles,
Me descolocó verte de lejos en los jardines del Teatre Nacional con gente más mayor; los amigos/as que te conozco son todos jóvenes, como tú. ¿No da un poco de miedo que los clubs de lectura estén formados por gente de pelo cano? ¿Cambiarían los adolescentes una litrona por una novelita ligera? ¿Tendría éxito proponer intercambios entre los clubs de lectura y los aficionados de los clubs de futbol? Por un día os cambiamos un libro -el que acabamos de leer todos- por las cinco cervezas que una tras otra sostenéis en vuestras manos. ¿Es la cultura un mundo en extinción tal como la conocemos ahora? ¿Podrá La Roja con la fuertísima selección alemana en la final de la Eurocopa? Me animó ver que la Sala Gran del TN estaba a reventar pero ¿cuántos teatros de Barcelona suben telón con la platea prácticamente vacía?
Woody Allen se planteó algunas de estas cuestiones en un libro que os recomiendo: "Como acabar de una vez por todas con la cultura". En éste, entre mil historias más, se perfila la biografía del Conde de Sándwich, inventor del... sándwich. En 1741 el Conde reside en el campo con una modesta herencia y trabaja día y noche apretándose con frecuencia el cinturón para ahorrar y comprar comida (con la que investigar). Su primera obra terminada (una rebanada de pan, otra rebanada de pan encima de la primera y un trozo de pavo encima de las dos rebanadas) fracasa miserablemente. Desilusionado hasta la amargura, regresa a su estudio y vuelve a empezarlo todo de nuevo.
En 1745, después de cuatro años de frenética labor, está convencido de haber alcanzado la antesala del éxito. Expone ante sus colegas dos trozos de pavo con una rebanada de pan en medio. Todos rechazan su obra salvo David Hume, quien presiente la inminencia de algo grandioso y le alienta a seguir. Enardecido por la amistad del filósofo, vuelve a su trabajo con renovado vigor.
1747: en la miseria, no puede darse el lujo de trabajar con rosbif o pavo y se dedica al jamón, que es más barato.
1750: en primavera, expone tres trozos consecutivos de jamón, uno encima de otro, y hace una demostración que sólo despierta cierto interés en círculos intelectuales y que pasa desapercibido para el gran público.
¿Logrará su propósito o acabará abandonando, quedando sólo de él el nombre, Sándwich, en homenaje a sus laboriosos años? ¿Es a este tipo de I + D al que se refiere Mariano Rajoy cuando habla de nuevos procesos productivos que aporten valor? ¿Nos hubiera ido mejor si este hombre, el Conde (habría que replantearse si el otro, Mariano, también) se hubiera dedicado a ver el futbol en exclusividad? ¿Estoy alentando a que Toni descubra algo gordo (sin espías) en vuestra cocina?
Ante tanto despropósito, siempre me quedas tú. Muy bien que hayas retomado tu novela a diario. Bueno que tengas una historia que contar sobre la Barcelona durante la dictadura. Mira a Zafón lo bien que le va, que ya se animó con otra, la de Primo de Rivera, para situar a otro de sus protagonistas de la que será su tetralogía.
Salúdame a Toni y los niños. Seguramente lo que crezcan ellos, lo mengua él, lo que me hace pensar en una suerte de equilibrio cósmico, una especie de vasos comunicantes en perpetuo equilibrio. Esto no justifica el hambre en África en pos de una obesidad insultante en USA. Más que equilibrio cósmico, es una putada muy grande.
Tu pildorita de risa tontuela dosificada,
Johnny