jueves, 27 de octubre de 2011

Pasión y fuego.

Mi adorada y refulgente sardinita en escabeche dopada de anzuelo, ¡ah no!, que está muerta.
Me he reído tanto con tu última carta, que ahora quiero obsequiarte con una historia personal de objetos sexuales y no encuentro ninguna que le llegue a las ingles.
Será el otoño, que invita a edulcorar el caer de las hojas y de los pelos de la cabeza con jueguecitos sexuales. En la serie "Cuéntame" (¿te creías que no ver "Mientras duermes" era lo más nefasto de mi? ¡Ja!) Antonio Alcántara este jueves (que para él era un día cualquiera del año 79) compraba en un sex shop una cremita al azar que ponía "Fuego" y se la untaba a su mujer en la espalda en un arrebato de "vamos a alimentar esto, que ya se que me estas buscando excusas". Mercedes empezaba a decir que notaba calor y él a decir que de eso se trata. "¡Pero mucho calor, Antonio!". Y el otro ponía cara de festín dionisiaco. “De eso se trata". Hasta que ella gritaba: "¡Antonio! ¡Quítame eso por Diosss!!". Al poco estaba el médico de cabecera (que visitaba en casa, como Dios manda, que diría Mariano Rajoy) mirando la espalda abrasada de la señora y la madre de ella, que no envejece la cabrona, con la oreja puesta a ver qué pasaba y a la que enviaban a la cocina a preparar una tila doble para que no flipara.
Yo recuerdo que una vez en la playa ligué y nos fuimos a unos matojos a echar un polvo rico. Cuando saque del envoltorio mi único supuesto condón apareció una toallita húmeda refrescante. Nos quedamos unos segundos pasmados hasta que mi affaire del matojo se río y me envolvió el rabo con la servilleta y dijo: "Ya está! Protegida!". Nos dimos cuatro lengüetazos, jugamos un poco y nos manchamos (aquí entra en juego la jodida toallita) con ese sabor agridulce de lo que pudo pasar y no paso, pero lo que nos hemos reido.
Tu fan más incondicional
Johnny