viernes, 18 de mayo de 2012

De donde las coles.

Queridita Señoga de pecho grande que vive en el campo (jodida; sabes hacerme reír cuando más agrio parecía el día):
Cualquiera te cuenta ahora que estuvimos este fin de semana en Bruselas. Ya sabes, donde las coles. No vimos ninguna, por cierto. Allí la especialidad son los mejillones al vapor con patata frita. Ya ves: tantos siglos de cultura y son peores que los ingleses con sus fish and chips y sus rollitos de primavera de los domingos con puré de patata (que verano calamitoso viví allí cuando era un percebe).
Dije que no te contaría nada ¡pero va!: ya que no sé si insistes porque no hay feedback ninguno, aquí yo sólo delante del computador (que decía Verónica Forqué en "¿Por qué lo llaman amor cuando quieren decir sexo?" "Hmmm, niño, deja yaa, er computador" (imagina su timbre de voz y su careto de cannabis de Rasquera, que por cierto se les está quemando todo el bosque. ¡Ay, los cultivos!), haré hincapié en la gastronomía, tema en el que dejaste el listón alto en tu último email con esa mariscada regada con su vino. A saber, por cierto, en qué cantidades industriales lo cataste para acabar en un sitio lúgubre y misterioso del que no quieres hablar, no te acuerdas o no sabes si existió únicamente en tu imaginación. Si fueras gay te diría que acabaste, so guarro, en un cuarto oscuro de algún antro de tres al cuarto pero me consta (basta verte las tetas) que estás más cerca de una estatuilla neolítica de la Fertilidad que de cualquier contertulio del Sálvame.
Decía que no quería hablar del viaje (y casi sería mejor que lo hiciera) y que me iba a centrar en la gastronomía (más me valdría haberme quedado allí); a ver si puedo hacerlo sin despropósitos: cenamos el viernes en una pizzería junto a la Grand Place llamada Finocchio (que en italiano significa "marica"; en el tono más despectivo y más rancio que puedas imaginar; son cosas que se perdonan en el extranjero: es como si en París hubiera un restaurante Chez Maricón. Ejem. No sé si vale el ejemplo para distinguir  pero por ahí irían los tiros si habláramos de Roma o Milán).
Los chocolates belgas estaban riquísimos aunque comimos dos por cabeza. Con esos precios: 51 euros el kilo; estábamos por pedirnos uno partido en dos trozos pero nos daba vergüenza en un sitio tan fino. La ciudad súper animada, guapísima y los burócratas de la Comisión y el Parlamento Europeo que nos han metido en el circo en el que estamos todos, estaban lo bastante lejos como para que sus trajes grises empañaran de tristeza dos días de sol y cerveza. Un chico nos lanzó en su demasía de cervezas las botellas a la cabeza, compartimos local con el porcentaje de freakys más grande en mis últimos años de freakismo, en el apartamento nos perseguían las cucarachas, cienes, y el Atomium ha resultado una mierda de esferas pinchadas a unos palos (con forma de átomo, of course), pero esto ya seria enrollarme demasiado y también tengo derecho a mi punto de suspense, al igual que tú con tu sitio lúgubre y cavernoso.
Besitos, cariño.
Johnny

lunes, 14 de mayo de 2012

El amor tiene dos caras

Mi dulce bocadito de espinacas al gratén,
Creeme que el amor no tiene límites, tal vez por eso lo nuestro sigue en pie y cada día es más fuerte. No hace mucho me llamaste células no sé qué, que venia a ser gorda pero con mucha literatura y ahora me llamas jornalera a la par que tú te encumbras a rubia alemana propietaria de una fábrica de salchichas y marido borrachín... ¡muy bonito! jajajaja esto me lo dice otro y aún esta recogiendo dientes con la esperanza de que le recompongan la boca con sus propias piezas. Dicho por ti, sin embargo, suena tan adorable que sólo puedo reírme mientras te imagino con peluca rubio putón de los chinos y un vestido blanco hasta los pies. Te imagino cayéndote de tus tacones y llamándome "señoga de pecho grande que vive en el campo"... y mientras te imagino de esta guisa me tomo un Martini y descubro que tu imagen es mucho más graciosa.
Con Martini o no, casi te diría que te prefiero derrochando dinero en tiempos de crisis y viviendo con una filosofía propia y peculiar de la que me enamoré una vez y que nunca he dejado de admirar (y envidiar en cierto modo, cada uno es cómo es y yo soy más de preocuparme por sandeces) que hablando de construir un bunker y crear una utopía que cualquiera que haya leído un poco (en tu caso, mucho, muchísimo) sabe que no puede acabar bien..
No quiero ni de lejos comparar mis salidas con las tuyas, pero, dado que tampoco me ha pasado nada mejor, te cuento esto.
El jueves pasado fui con Marta de cena. Ella había sacado un vale de estos de Internet que se supone que son ofertones de la muerte. En este caso era una mariscada para dos por 19,95€. he de decir que viendo el menú ya sabíamos que aquello había visto el marisco como yo los fiordos, en foto. El caso es que pusimos el listón tan bajo, dando por supuesto que tocaríamos a una gamba cada una y un buen plato de fritanga, que cuando nos sirvieron lo que incluía el menú, nos pareció genial. Ni siquiera sé si podría estar mejor o peor por ese precio. Sólo recuerdo que no podía parar de reír de todo, de los mejillones, de la cara que poníamos, de los comentarios, de las fotos para enviar por wasup mostrando plato y escote... ¿de qué sirve salir si no vas a volver a casa con dolor de barriga de tanto reírte? de nada. No cambio mis chocos y mis mejillones con Marta por un Bogavante en un restaurante donde la gente habla bajito. Prefiero la terracita en la que estaba y ese vino peleón que entraba en el precio y que subía a la cabeza según llegaba a la traquea ¡ni llegaba al estomago! eso te lo digo yo, que aún no había apreciado el sabor y ya estaba colocada.
la noche no podía acabar sin un capuchino y aprovechando que eran las fiestas de Badalona y que estaba todo abierto, allí que nos fuimos.
Volviendo a casa me perdí y acabe en un lugar lúgubre y misterioso al que no sé si sabría volver, pero eso, cómo diría el camarero de Irma la dulce, es otra historia.
besitos con nata (del capuchino) ...
Esteruqui