jueves, 19 de julio de 2012

Caravana de palomos o Vacaciones en el mar por un día.

Querida sardinita saltando rio arriba para poner las huevas que perpetuaran la especie (¿o era un salmonete el que se complicaba la vida tantísimo?):
¡ Por fin llegó el día, ayer, en que hicimos la excursión a pie de Tossa de Mar a Cala sa Boadella en Lloret!
Casi morimos de éxito porque vinieron 46 personas y en el autobús sólo cabían 44. Por suerte vino un bus más grande (que no habíamos pagado) y recogimos a éstos y a puntito estuvimos de meter a una stripper del Bagdad y dos actores secundarios del teatre Apolo (no podía quedar en otro sitio un farandulero nato como yo).
En el bus micrófono en mano hice hincapié en que el grupo fuera compacto para no perdernos y recordamos a Tossa de Mar por sus películas: " Pandora y el holandés errante" (gracias a Josep supimos unos, redescubrieron otros, todo el culebrón de Ava Gadner enrollada con Mario Cabré y Frank Sinatra rebotado (era el marido cornudo) cogiendo un avión desde New York y regalando a la diva un pedrusco de noseabe quilates que la devolvió al redil del santo sacramento. Yo por mi parte hablé del tirón que supuso también para Tossa la película musical "Préstemela esta noche" de Manolo Escobar y Perla Faith. Con los segundarios inolvidables: Mary santpere, José Sazatornil y Marilyn Pupo (te juro que el elenco es -entre otros- el que te acabo de escribir). De Lloret no comentamos al final que el año pasado por estas fechas se produjo la macro pelea con más de cuatrocientas personas, que los delitos en el 2011 se cifraron en 1600 (mejorando: en 2010 fueron doscientos más) y que una ordenanza muy original prohíbe pasear a más de 20 personas juntas para evitar los Disco-Tours (con guía incluido, que se van de pub en pub a las horas justas para pillar todos los happy hours).
Pasaré de puntillas por el episodio dadaísta de olvidarme de la ruta nada más salir de Tossa (¿dije "salir"?) y dar marchas atrás en callejones cerrados con llamadas al móvil de Josep (que iría el último todo el viaje para evitar que algún tonto se perdiera) preguntándome donde coño estaba. Los gritos de "Johnny dimisión" ganaban adeptos a medida que trataba de enmendar mi error con una nueva pifia.
Una vez reunido de nuevo el grupo una chica que se llama como tú, Ester, dijo que ni loca cogía la variante absurda (es que empezaba con un barranquillo por el que te tenías que lanzar en plan Los Goonies) y que se iba ella sola por el GR92 de toda la vida donde cabía un 4 x 4 y del que cabía esperar pocas sorpresas.
Mérito brutal el de un chico, David, invidente, que confió en mí (me responsabilice de llevarlo a buen puerto) por todas aquellas subidas y bajadas (hasta siete torrentes secos) entre barrancos y una vegetación frondosa.
Por todo ello, barrancos junto al mar y vegetación frondosa esta primera parte es para mí (y creo que para todos/toda (Concha, la única chica), la más alucinante.
En la playa de Llorell (que no Lloret) nos subimos a una balsa fantasma en una playa fantasma junto a un chiringuito fantasma (cerrado) que es la famosa cala de Porto Pi donde hooligans de diecimuchos y veintipocos años se dedican a beber sangría, a lanzarse sobre lonas mojadas para ver quien llega más lejos, a subirse al churro acuático y a mojar el suyo propio entre los matorrales y cavidades que les brinda la naturaleza. Brindar, ho, ho, hooo.
A partir de ahí, el asfalto y el cemento se apoderaron del paisaje durante más de una hora. Entristecía pensar que todas esas urbanizaciones plagadas de chalets de todos los tamaños, épocas, estilos y gustos (a la par el bueno y el malo) antes habían sido como lo que dejábamos atrás.
En la playa de Cañellas nos unimos a Ester, que había llegado tres horas antes y que insistía en que había estado muy bien sin nadie; extraña forma de hacer amigos. Después se puso en cabeza (fresca que estaba ella) y la excursión siguió viento en popa. En realidad empezó a ir todo bien desde el momento en que dejé de ir yo el primero.
La última parte, dejadas atrás las urbanizaciones, hasta Lloret es una gozada siempre en un caminito creado por el hombre en mitad de acantilados junto al mar.
En Lloret, foto de grupo, y media hora libre para que quien quisiera darse un baño o ir de compras o ver la iglesia modernista o beberse una margarita (como yo), etc, lo hiciera según su antojo y limitaciones. Las mías en que habiendo perdido al grupo sereno, no era nada recomendable que lo guiará borracho.
La traca final de la excursión fue pasar (¡¡el camino de Ronda sólo deja esa opción¡¡ ¡¡increíble!!) por en medio de un restaurante con tan absurda suerte de que en ese momento en su terraza tenía lugar el ágape de una boda. Una mesa de comensales me miraban a mi (que iba el primero y crecido con mi margarita) y me decían que ni se nos pasara por la cabeza pasar por entre las mesas y otra, contentos ellos, de que sí, que sí.
Y sí, pasamos. Y más crecido si cabe con los aplausos de todos los invitados/as grité "¡ Viva los novios!" y hubo un clamor de "Viva", que es lo que tiene invitar a unas cien personas y que otras cuarenta y seis (sucias, vestidas de triscar montañas),a las que no has invitado, también griten. Hubo levantamiento de servilletas, un "¡¡Que se beseeeen"! (creo que fue mi amigo Ramón) y un jolgorio general que, no nos engañemos, ha hundido de por vida el recuerdo de aquel día a los recién casados (a la espera del cotilleo suculento de que algún soltero se enrollara con una casada y los pillasen in fraganti en los baños a última hora); y digo hundido porque aunque la familia y los amigos te dicen (a ti, novia o novio) que la anécdota fue muy divertida, entre ellos -no lo dudes- recordaran lo cutre que es celebrar tu festejo en una terraza por la que pasan los rebaños (humanos, pero rebaños al fin y al cabo). Y es que la gente es muy mala. Tú, por ejemplo, me reprochas que te llamé jornalera oronda de pecho grande y vieja (a la que añadiría "rencorosa" con una virtud: de gran memoria, que Dios te la conserve, Patricia) y es que hay que ser muy mala para ir añadiendo en cada e mail pequeños comentarios al vuelo de los que no haría caso un alma pura. (No añadas ahora que te he llamado guarra, ¡Por Dios!).
La excursión terminó (tenía que cambiar de tema, buf) en una cala bellísima donde quien quiso se baño en pelotas y comparó tamaños de penes y quien quiso se bañó en textil sin tener que pasar por bochorno alguno al salir del agua fríiiiiia. Pena por todo lo que se ha construido alrededor de ese mini-paraíso de la costa Brava.
El bus nos esperaba en los Jardines de Santa Clotilde (que nadie quiso visitar) y de regreso hicimos una rifa de boletas de la Cruz Roja con el dinero que había sobrado después de cubrir gastos. El 19 es el sorteo y el premio: Tres millones de euros, que te hacen un apaño.
Cuídate la vista, cuquita, no me leas a Zola en el i phone, que yo (muy que te pese) te quiero bien. Te quiero muchito. En el fondo, en el fondo, los sabes.
Johnny