Mi risotto de boletus hasta arriba de parmigianno, ni te
puedes imaginar cómo me he reído con tu último mail, ¿Cómo te atreves a poner
en duda la funcionalidad de mi esperpéntico sistema? Que sepas que hasta hace
bien poco nadie tuvo que decirme nunca: ¿Pero tú tienes canas? Y he de decir que
las tengo desde los 18 años (no eran las nieves del tiempo pero te aseguro que mis
sienes empezaban a platear) y sin embargo, en estos dos últimos años más veces
de las que yo quisiera he tenido que oír: “No sabía que tenías tantas canas” o “¿será
de ahora, no?” Tal vez es una locura querer organizar hasta el último minuto de
tú vida despierta (mientras duermo no organizo nada) pero hubo un tiempo en que
esa disciplina funcionaba mejor que un reloj suizo y yo estaba estupenda, mi
piel era perfecta, nunca llegaba tarde a los sitios y cumplía con todos mis
compromisos (laborales y sociales) siempre a tiempo. Después de este intento zafio estoy
convencida de que esos años no volverán. No lo harán porque ahora hay dos niños
que me impiden ser tan rigurosa pues me debo también a sus necesidades que no
siempre son compatibles con las mías, y porque mi ritmo tampoco es el mismo en
general.
Escribo mi segunda novela y parece que algo avanza… lento
pero avanza. Luego hablo con algún amigo de los que trabajan en alguna
editorial o alrededores y casi caigo en depresión. Te cuentan algún secretillo:
“¿sabes que el libro de fulanito es un plagio del copón de un libro francés de 1946
que nunca llegó a traducirse? Se ha limitado a traducirlo y a poner cuatro
cositas de su cosecha pero ahí está, palabra por palabra.” Una vez, una escritora que, como era de
esperar no pasó del segundo libro, me dijo (después de una entrevista sobre su
libro y naturalmente sin micros) que ella jamás había leído a Mercè Rodoreda,
unos días más tarde en otra entrevista, a la pregunta: ¿qué autor no te ha
defraudado jamás? Ella contestaba solemne: “Mercè Rodoreda”. Y pensé que irónicamente, mentir, no mentía. A
mí nunca me ha defraudado Jenófanes, por ejemplo, pero eso se debe a que jamás
he intentado ni acercarme a la poesía lírica griega que flirtea con la filosofía,
y así seguirá siendo de momento. Ni él me defrauda ni yo trato de leerlo y tan
amigos.
¿Por qué te cuento todo esto? ¡Ah sí! Por lo de mi libro (he
venido a hablar de mi libro ¡mi libro!) nada, que lo escribo y me va gustando
más que el primero pero sé que difícilmente verá la luz, no está el patio para bollos
o el horno para bailes, no sé cómo era. He medio convencido a Salvador, para que
haga de lector/corrector y me vaya diciendo las cosas que no se entienden o que
no le gustan. Es un traumatólogo jubilado que suele presumir de disponer de
mucho tiempo. Sinceramente, creo que no tiene sentido del peligro. Ya le he
amenazado en utilizarle de lector para el libro y para el guión de la peli que sigue
pareciéndome incompleto y reescribo una y otra vez. Creo que después de esto, se
guardará mucho de presumir de tiempo libre delante de gente como nosotros.
Por otra parte, Tere una amiga del trabajo, me pie a gritos que
te pongas ya con otro corto y que cuentes con ella. Dice que necesita salir de
la rutina… ¿sabes que? No creo que la vida valga la pena si dejas que tu rutina
solo sea trabajar, creo que es necesario realizarse en cualquier cosa en la que
uno se sienta bien, ya sea pintando un cuadro, cocinando, cantando o mirando al
mar pensando en el sentido de la vida, el caso es realizarse.
Besitos,
Esterqui
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