lunes, 9 de septiembre de 2013

Europa, Un viaje inesperado.

Mi dulce y almibarado roscón de mazapán con frutitas de colores,
Nuestra aventura en caravana ha sido una de esas historias que vienen bien cuando estas con amigos contando batallitas. 
Dejamos a mi padre con Olalla, la amiga para todo que se quedó con él para que pudieramos hacer el viaje tranquilos sin el miedo de dejar a un abuelito sólo en casa. 
Con la caravana repleta y a las siete de la mañana salimios dirección Francia con el objetivo de hacer noche en Vienne o Lyon, según nos viniera en gana, pero ni una cosa ni otra. Durante todo el viaje hizo un día de verano de esos de estar en una terracita tomando un helado. Pero al llegar a Vienne, Francia tiene esas cosas, empezó a llover como si el Diluvio tomase forma en ese mismo instante. No encontrabamos el camping que habiamos previsto para pernoctar y acabamos pasando Lyon y acomodandonos en Villafranche, que tiene un camping municipal muy cuco y muy bien de precio. 
Al día siguiente llegamos a nuestro destino en Günzburg, un bonito pueblo alemán en la región de Baviera. El objetivo no era otro que visitar Legoland Park. Cuando se tiene un hijo de nueve años enganchado a los Legos es un objetivo y aquí no se discute.
Yo creía que había reservado cinco días en el camping y un día de parque, pero parece ser que no fue así. Resulta que si te quedas cinco días en el Feriendorf Legoland campingplatz, es para coger sí o sí la entrada al parque para dos días. Nos salió tan barato todo el pack que me dió lo mismo. 
Ahí empezó el primer percance. Anna cogió piojos al lado de unas palomas (quiero pensar que las culpables eran las palomas) y te aseguro que los piojos bávaros pican tanto o más que los de aquí. ¡Que manera de rascarse! cuando le miré la cabeza no daba credito, ¡eran enormes!. En Alemania todo es grande, la gente, los piojos, los parques... las sillitas de la montaña rusa no, porque esta pensada para niños y en mis rodillas todavía son visibles los moratones que dan fe del reducido tamaño del cubículo. 
¡En fin! lo de Anna y, por prevención, toda la familia se arregló con un producto para "Kopfläuse".
En la doble visita al Legoland Park,  he de decir que los nenes se lo pasaron mejor viendo las maquetas de Edimburgo, Holanda, Venecia... y de StarWars, que no haciendo colas infinitas para subir a atracciones bastante sosainas.
El tercer día del periplo fue para visitar el Playmobil Fun Park, otra diversión sin atracciones mecanizadas esta vez. Es un parque gigante de toboganes y puentes de cuerda, en este caso, más para Anna, a Oriol le quedaba todo un poco infantil, pero se adaptó y se lo pasó bien igualmente.
Visitamos el barrio antiguo de Günzburg y he de decir que es una maravilla, una preciosidad de jardines y edificios con su rio, su puente, sus patos... de repente pensé que en cualquier momento descubriríamos que todo era un decorado y se acabaría la magia... pero no fue así, por suerte.
La siguiente visita iba a ser a Stuttgart, pero ya te avanzo que apenas he pisado sus calles.  Resulta que el Wilhema es el jardín zoológico botánico de la ciudad. Es un lugar espectacular donde conviven árboles centenarios con plantas gigantescas, minúsculas plantitas carnívoras y focas y osos por ejemplo. Wilhema es un parque inmenso con edificios maravillosos que en 1842, el Rey Guillermo I quisó destinar a unos baños. De ahí a su aspecto morisco en cuanto a las edificios. Después la Villa Moorish, construida en 1846, fue utilizada como residencia de verano de su majestad y actualmente es uno de los invernaderos del parque. Todo ese enclave tiene una historia maravillosa y ahí está también el Wilhema Teather. Absolutamente imprescindible para grandes y pequeños... una curiosidad: dentro del parque hay un puesto de "rotewurst" (lo que aquí llamamos salchicas de Frankfurt) y "bratwurst" (lo que aquí llamamos bratwurst), pues  si pides un refresco (Pepsi, Mirinda... si, si, allí todavía hay Mirinda) te la dan en un vaso de plástico (plastiken) y te cuesta 2,50euros; pues bien, si devuelves el vaso te dan 2 euros. Por lo que el refreso te ha costado solamente 0,50 centimos. No nos lo podíamos creer pero es tan cierto como que repetimos dos veces de Mirinda (sabor a tope).
No sé cuanto llegabamos a andar a diario entre parques y ciudades pero a las diez pareciamos de trapo y nos quedabamos fritos en la cama.
Bueno, pues ya en el quinto día nos ibamos de Baviera camino de Besançon y nos adelantó un coche que nos pitó y nos hacía aspavientos. No entendimos nada. Pero en la primera área de reposo en la que paramos a tomar un café se aclaró todo: ¡la ventanilla del techo de la caravana había salido por los aires! Cuando entré para preparar el tentenpié y vi que el sol entraba en forma de cuadrito con rejilla me quedé muerta. Toni no sé preocupó nada, estaba tan feliz que todo le daba igual. Yo le dije: "ponemos una bolsa de basura por si llueve y ya lo arreglaremos..." una media hora más tarde mientras circulabamos alegres Toni se da cuenta de que la ventana de la caravana esta totalmente rota ¡dios mio! y ¡la puerta abierta! ¡socórro!... todo esto a veinte minutos del camping de Besançon, un Besançon en  obras que nos lo puso un poco difícil hasta llegar a nuestro destino.
Con mi francés, algo mejor que el inglés de Ana Botella, le pregunté al chico del camping donde podríamos comprar recambios para la caravana y le expliqué el percance. Pero era más grave de lo que parecía... la nevera no funcionaba, la ventanilla del techo rota, la ventana frontal destrozada, la puerta doblada, las luces de posición en huelga... la idea era venderla al volver y comprar una más nueva... en ese momento la idea fue llevarla a un desguace y darle fin a ese mundo caravanero... pero en toda comedia de humor que se precie siempre hay un giro que parece que da un respiro a los protagonistas. Olivier, el chico del camping nos habló de un lugar cerca de allí de compra venta de caravanas. Estaba claro que no nos iban a dar gran cosa pero era mejor que no sacar nada. Toni compró una maderas en un Brico depot que había cerca para tapar la ventana y pasar ahí las dos noches que habíamos previsto. Hicimos la visita de rigor a La Cite y ahí si te digo que si te gustó Carcassonne tienes que ver esto. Yo de Carcassone tengo el recuerdo de una muralla espectacular y un exceso de comercios de souvenirs igualitos que los de LLoret de Mar en los que se vende cualquier cosa tenga que ver o no con La Cite a precio indecente. De Besançon sin embargo, me fui con la sensación de haber andando por la historia, de haber sentido alguna voz entre las piedras, de sentirme en un lugar importante, el pozo que abastecia de agua a la ciudad, el homenaje a los caídos... y... ¡si! una vez más vimos un zoo porque está situado en la misma fortaleza aprovechando la propia estructura. Es un emplazamiento ideal. Ves la fauna en un habitat muy singular y como curiosidad, fue la primera vez que nos dejaron acariciar a los peces y poner el puño cerrado bajo el agua... vienen y empiezan a sorberte en pequeños mordisquitos sin dientes. Ellos dicen que dan "bisous", pero eso es porque a los franceses les gusta mucho ver el lado romántico de lo que viene siendo un mordisco en toda regla de un bicho que ha visto en ti un posible manjar. 
Pues a lo que ibamos. Le vendimos nuestra vieja y destrozada caravana al señor de la compra venta  y nos dió 500 eurazos que supimos gastar, en parte, en un bungalow en Sigean para visitar la reserva africana al que llegamos milagrosamente con el maletero hasta arriba,  (estoy de ver animales hasta donde yo te diga).
Y sí. Ahí terminó nuestro viaje precipitadamente porque Olalla nos llamó para decir que en esos dos últimos días mi padre había empeorado un poquito y que prefería llevarlo al hospital... con lo bien que estaba cuando nos fuimos, que hasta se hacía raro que Olalla se quedasé con él... pues si... desde el jueves esta ingresado y esta vez pinta mal, muy mal... no sé si habrá próxima vez... 
El viaje ha sido inolvidable, con su diversión loca, su aventura sin accidentes graves, sus animales, sus palabras nuevas: Auchtung, Toll, danke, bitte, Guten tag... y sin embargo ha tenido un final extraño y precipitado y ya veremos si acaba siendo también el final del viaje de mi padre, pues como te digo, esto no pinta nada bien.
Te escribo mientras espero a que llegue la hora de la próxima visita, porque tengo la casa más reluciente que hayas visto en tu vida pues no puedo parar de limpiar. Toni me ha dicho que descanse y he preferido sentarme frente al ordenador y escribirte.  hablar contigo, aunque sea por mail, también es una forma de descansar. 
Si hay noticias, te las haré llegar.
¡Besitos Amor!
Esteruqui