domingo, 26 de agosto de 2012

Machu Pichu me mata.

 
Queridita Aji de gallina, rocoto relleno, ceviche de trucha, cuy asado y suspiro a la limeña:
La parte que hemos conocido de Perú es en su inmensa parte un desierto de piedras y residuos plásticos. Decirte otra cosa sería mentirte: kilómetros y kilómetros de un secarral triste, sobrecogedor a una altitud muy respetable. Es la continuación del famoso desierto que en Chile recibe el nombre de Atacama y de cuya existencia es culpable una corriente de aire frío que recibe el nombre de Humboldt. Ésta provoca lluvias dentro del mar a pocas millas de la tierra y ya en la costa un estado perpetuo de sequedad que abarca hasta casi tres cuartas partes del país; en el otro cuarto, Perú se transforma en selva; tierra de contrastes.
En los recorridos en bus hemos pasado por una interminable red de favelas de adobe sin techo, diseminadas en un caos de ocupación salvaje. Sin luz. Sin agua.
Nuestro contacto con la población era principalmente cuando se acercaban para vendernos ponchos, llaveros de llamas, gorritos cuzqueños, alfombras acartonadas... Poco sabemos de cómo realmente se ganaba la vida cada uno, de con qué problemas y con qué alegrías se acostaban. Tanto polvo, en las aceras de tierra, en los soportales de la casa, en las hojas de las escasas plantas, en los chándales, en el asfalto, en los cristales de los coches, en el aire, en mis pulmones siguen vistiendo Perú de un manto gris en mi memoria. ¿Y por qué visitar un país en estas condiciones es tan caro? Quienes están cobrando a los turistas los servicios a precios europeos con costes (principalmente salarios) a precios de país subdesarrollado, están haciendo su agosto. Muchos directores de hotel de Perú presumen que dan el triple de beneficios que los de sus colegas de las mismas cadenas en Argentina, Chile... Nada de esto redunda en pro del país.
Y sin embargo también hay posos de color, de luz, sino sería absurdo viajar hasta lugar tan castigado por el clima y por el hombre:
En Paracas (que significa tormenta de arena) sobrevolamos, después de sufrir una paracas, las líneas de Nazca, mareos aparte, hay dibujos que escapan al entendimiento humano y que sólo se explican desde una cosmovisión abierta y navegamos hasta las islas Ballestas, que fue como entrar en un capítulo del National Geographic. Miles de aves posándose en el agua para pescar junto a nuestra embarcación fue uno de los momentos del viaje.
En Arequipa y Cuzco disfrutamos de su centro histórico, cargado de reminiscencias coloniales. En el cañón del Colca, el más profundo de la Tierra, fotografiamos terrazas de cultivo incas, José Luis me dio en el resort el mejor masaje de mi vida, impartieron una máster class de astrología y vimos cóndores planear al arbitrio de las corrientes.
En el Lago Titi Kaka conocimos a dos tribus: la que habita las islas flotantes de Uros, de habla aimara, quienes solucionan las diferencias insoslayables entre componentes de la comunidad con un serrucho: se disgrega la casa del díscolo y éste se va flotando hasta otra isla; y también los quechua de la isla de Taquile. Allí apenas podíamos subir por la latitud mientras nos adelantaban enanitas vestidas de vivos colores y cargadas con bidones de litros y litros de agua o sacos de alimentos.
Las construcciones incas fueron a más: Sacsawamán, Ollantaytambo y, el sumum, Machu Pichu hasta donde llegas en un tren y después un autobus que trepa por un camino de tierra entre caprichosas montañas exuberantes de vegetación.
Fue toda una suerte que los españoles nunca descubrieran Machu Pichu pues tenían la costumbre de desmontarlo todo para construir iglesias, capillas, catedrales. Aquí viene que ni pintada la frase de Toni "el ser humano tiene un gen que le hace ser arquitecto, pero el gen que le lleva a destruir su entorno es más grande y poderoso". Y el ejemplo, aparte del destrozo de tus niños en la playa, lo sirves tú también en bandeja: "Rojo país, río amarillo, una historia de la revolución cultural china"; sospecho que ese libro traerá ilustraciones muy bonitas del legado con el que arrasó la peor de las revoluciones de la Historia Universal.
¡Ah!el titulo: Machu Pichu me mata, se lo debo a los cambios de temperatura
brutales entre la noche y el día y entre la costa y el altiplano. Volvemos resfriados, con antibióticos, expectorantes y antitusivos, agotados de jornadas maratonianas, pero contentos de lo vivido.
Tu camélido de cuello alto, cola juguetona y piel suave.
Johnny