Queridita Aji de gallina, rocoto relleno, ceviche de
trucha, cuy asado y suspiro a la limeña:
La parte que hemos conocido de Perú es en su inmensa
parte un desierto de piedras y residuos plásticos. Decirte otra cosa sería
mentirte: kilómetros y kilómetros de un secarral triste, sobrecogedor a una
altitud muy respetable. Es la continuación del famoso desierto que en Chile
recibe el nombre de Atacama y de cuya existencia es culpable una corriente de
aire frío que recibe el nombre de Humboldt. Ésta provoca lluvias dentro del mar
a pocas millas de la tierra y ya en la costa un estado perpetuo de sequedad que
abarca hasta casi tres cuartas partes del país; en el otro cuarto, Perú se
transforma en selva; tierra de contrastes.
En los recorridos en bus hemos pasado por una
interminable red de favelas de adobe sin techo, diseminadas en un caos de
ocupación salvaje. Sin luz. Sin agua.
Nuestro contacto con la población era principalmente
cuando se acercaban para vendernos ponchos, llaveros de llamas, gorritos
cuzqueños, alfombras acartonadas... Poco sabemos de cómo realmente se ganaba
la vida cada uno, de con qué problemas y con qué alegrías se acostaban. Tanto
polvo, en las aceras de tierra, en los soportales de la casa, en las hojas de
las escasas plantas, en los chándales, en el asfalto, en los cristales de los
coches, en el aire, en mis pulmones siguen vistiendo Perú de un manto gris en
mi memoria. ¿Y por qué visitar un país en estas condiciones es tan caro?
Quienes están cobrando a los turistas los servicios a precios europeos con
costes (principalmente salarios) a precios de país subdesarrollado, están haciendo
su agosto. Muchos directores de hotel de Perú presumen que dan el triple de
beneficios que los de sus colegas de las mismas cadenas en Argentina, Chile...
Nada de esto redunda en pro del país.
Y sin embargo también hay posos de color, de luz, sino
sería absurdo viajar hasta lugar tan castigado por el clima y por el hombre:
En Paracas (que significa tormenta de arena)
sobrevolamos, después de sufrir una paracas, las líneas de Nazca, mareos
aparte, hay dibujos que escapan al entendimiento humano y que sólo se explican
desde una cosmovisión abierta y navegamos hasta las islas Ballestas, que fue
como entrar en un capítulo del National Geographic. Miles de aves posándose en
el agua para pescar junto a nuestra embarcación fue uno de los momentos del viaje.
En Arequipa y Cuzco disfrutamos de su centro
histórico, cargado de reminiscencias coloniales. En el cañón del Colca, el más
profundo de la Tierra, fotografiamos terrazas de cultivo incas, José Luis me dio
en el resort el mejor masaje de mi vida, impartieron una máster class de
astrología y vimos cóndores planear al arbitrio de las corrientes.
En el Lago Titi Kaka conocimos a dos tribus: la que
habita las islas flotantes de Uros, de habla aimara, quienes solucionan las
diferencias insoslayables entre componentes de la comunidad con un serrucho: se
disgrega la casa del díscolo y éste se va flotando hasta otra isla; y también
los quechua de la isla de Taquile. Allí apenas podíamos subir por la latitud
mientras nos adelantaban enanitas vestidas de vivos colores y cargadas con
bidones de litros y litros de agua o sacos de alimentos.
Las construcciones incas fueron a más: Sacsawamán,
Ollantaytambo y, el sumum, Machu Pichu hasta donde llegas en un tren y después
un autobus que trepa por un camino de tierra entre caprichosas montañas
exuberantes de vegetación.
Fue toda una suerte que los españoles nunca
descubrieran Machu Pichu pues tenían la costumbre de desmontarlo todo para
construir iglesias, capillas, catedrales. Aquí viene que ni pintada la frase de
Toni "el ser humano tiene un gen que le hace ser arquitecto, pero el gen
que le lleva a destruir su entorno es más grande y poderoso". Y el
ejemplo, aparte del destrozo de tus niños en la playa, lo sirves tú también en
bandeja: "Rojo país, río amarillo, una historia de la revolución cultural
china"; sospecho que ese libro traerá ilustraciones muy bonitas del legado
con el que arrasó la peor de las revoluciones de la Historia Universal.
¡Ah!el titulo: Machu Pichu me mata, se lo debo a los
cambios de temperatura
brutales entre la noche y el día y entre la costa y el altiplano. Volvemos resfriados, con antibióticos, expectorantes y antitusivos, agotados de jornadas maratonianas, pero contentos de lo vivido.
brutales entre la noche y el día y entre la costa y el altiplano. Volvemos resfriados, con antibióticos, expectorantes y antitusivos, agotados de jornadas maratonianas, pero contentos de lo vivido.
Tu camélido de cuello alto, cola juguetona y piel
suave.
Johnny
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