Querida sardinita saltando rio arriba para poner las
huevas que perpetuaran la especie (¿o era un salmonete el que se complicaba la
vida tantísimo?):
¡ Por fin llegó el día, ayer, en que hicimos la
excursión a pie de Tossa de Mar a Cala sa Boadella en Lloret!
Casi morimos de éxito porque vinieron 46 personas y en
el autobús sólo cabían 44. Por suerte vino un bus más grande (que no habíamos
pagado) y recogimos a éstos y a puntito estuvimos de meter a una stripper del Bagdad
y dos actores secundarios del teatre Apolo (no podía quedar en otro sitio un
farandulero nato como yo).
En el bus micrófono en mano hice hincapié en que el
grupo fuera compacto para no perdernos y recordamos a Tossa de Mar por sus
películas: " Pandora y el holandés errante" (gracias a Josep supimos
unos, redescubrieron otros, todo el culebrón de Ava Gadner enrollada con Mario
Cabré y Frank Sinatra rebotado (era el marido cornudo) cogiendo un avión
desde New York y regalando a la diva un pedrusco de noseabe quilates que la
devolvió al redil del santo sacramento. Yo por mi parte hablé del tirón que
supuso también para Tossa la película musical "Préstemela esta noche"
de Manolo Escobar y Perla Faith. Con los segundarios inolvidables: Mary
santpere, José Sazatornil y Marilyn Pupo (te juro que el elenco es -entre
otros- el que te acabo de escribir). De Lloret no comentamos al final que el
año pasado por estas fechas se produjo la macro pelea con más de cuatrocientas
personas, que los delitos en el 2011 se cifraron en 1600 (mejorando: en 2010
fueron doscientos más) y que una ordenanza muy original prohíbe pasear a más de
20 personas juntas para evitar los Disco-Tours (con guía incluido, que se van
de pub en pub a las horas justas para pillar todos los happy hours).
Pasaré de puntillas por el episodio dadaísta de
olvidarme de la ruta nada más salir de Tossa (¿dije "salir"?) y dar
marchas atrás en callejones cerrados con llamadas al móvil de Josep (que iría
el último todo el viaje para evitar que algún tonto se perdiera) preguntándome
donde coño estaba. Los gritos de "Johnny dimisión" ganaban adeptos a
medida que trataba de enmendar mi error con una nueva pifia.
Una vez reunido de nuevo el grupo una chica que se
llama como tú, Ester, dijo que ni loca cogía la variante absurda (es que
empezaba con un barranquillo por el que te tenías que lanzar en plan Los
Goonies) y que se iba ella sola por el GR92 de toda la vida donde cabía un 4 x
4 y del que cabía esperar pocas sorpresas.
Mérito brutal el de un chico, David, invidente, que
confió en mí (me responsabilice de llevarlo a buen puerto) por todas aquellas
subidas y bajadas (hasta siete torrentes secos) entre barrancos y una
vegetación frondosa.
Por todo ello, barrancos junto al mar y vegetación
frondosa esta primera parte es para mí (y creo que para todos/toda (Concha, la
única chica), la más alucinante.
En la playa de Llorell (que no Lloret) nos subimos a
una balsa fantasma en una playa fantasma junto a un chiringuito fantasma
(cerrado) que es la famosa cala de Porto Pi donde hooligans de diecimuchos y
veintipocos años se dedican a beber sangría, a lanzarse sobre lonas mojadas
para ver quien llega más lejos, a subirse al churro acuático y a mojar el suyo
propio entre los matorrales y cavidades que les brinda la naturaleza. Brindar,
ho, ho, hooo.
A partir de ahí, el asfalto y el cemento se apoderaron
del paisaje durante más de una hora. Entristecía pensar que todas esas urbanizaciones
plagadas de chalets de todos los tamaños, épocas, estilos y gustos (a la par el
bueno y el malo) antes habían sido como lo que dejábamos atrás.
En la playa de Cañellas nos unimos a Ester, que había
llegado tres horas antes y que insistía en que había estado muy bien sin nadie;
extraña forma de hacer amigos. Después se puso en cabeza (fresca que estaba
ella) y la excursión siguió viento en popa. En realidad empezó a ir todo bien
desde el momento en que dejé de ir yo el primero.
La última parte, dejadas atrás las urbanizaciones,
hasta Lloret es una gozada siempre en un caminito creado por el hombre en mitad
de acantilados junto al mar.
En Lloret, foto de grupo, y media hora libre para que
quien quisiera darse un baño o ir de compras o ver la iglesia modernista o
beberse una margarita (como yo), etc, lo hiciera según su antojo y limitaciones.
Las mías en que habiendo perdido al grupo sereno, no era nada recomendable que
lo guiará borracho.
La traca final de la excursión fue pasar (¡¡el camino
de Ronda sólo deja esa opción¡¡ ¡¡increíble!!) por en medio de un restaurante
con tan absurda suerte de que en ese momento en su terraza tenía lugar el ágape
de una boda. Una mesa de comensales me miraban a mi (que iba el primero y
crecido con mi margarita) y me decían que ni se nos pasara por la cabeza pasar
por entre las mesas y otra, contentos ellos, de que sí, que sí.
Y sí, pasamos. Y más crecido si cabe con los aplausos
de todos los invitados/as grité "¡ Viva los novios!" y hubo un clamor
de "Viva", que es lo que tiene invitar a unas cien personas y que
otras cuarenta y seis (sucias, vestidas de triscar montañas),a las que no has
invitado, también griten. Hubo levantamiento de servilletas, un "¡¡Que se
beseeeen"! (creo que fue mi amigo Ramón) y un jolgorio general que, no nos
engañemos, ha hundido de por vida el recuerdo de aquel día a los recién casados
(a la espera del cotilleo suculento de que algún soltero se enrollara con una
casada y los pillasen in fraganti en los baños a última hora); y digo hundido
porque aunque la familia y los amigos te dicen (a ti, novia o novio) que la
anécdota fue muy divertida, entre ellos -no lo dudes- recordaran lo cutre que
es celebrar tu festejo en una terraza por la que pasan los rebaños (humanos,
pero rebaños al fin y al cabo). Y es que la gente es muy mala. Tú, por ejemplo,
me reprochas que te llamé jornalera oronda de pecho grande y vieja (a la que
añadiría "rencorosa" con una virtud: de gran memoria, que Dios te la
conserve, Patricia) y es que hay que ser muy mala para ir añadiendo en cada e
mail pequeños comentarios al vuelo de los que no haría caso un alma pura. (No
añadas ahora que te he llamado guarra, ¡Por Dios!).
La excursión terminó (tenía que cambiar de tema, buf)
en una cala bellísima donde quien quiso se baño en pelotas y comparó tamaños de
penes y quien quiso se bañó en textil sin tener que pasar por bochorno alguno
al salir del agua fríiiiiia. Pena por todo lo que se ha construido alrededor de
ese mini-paraíso de la costa Brava.
El bus nos esperaba en los Jardines de Santa Clotilde
(que nadie quiso visitar) y de regreso hicimos una rifa de boletas de la Cruz
Roja con el dinero que había sobrado después de cubrir gastos. El 19 es el
sorteo y el premio: Tres millones de euros, que te hacen un apaño.
Cuídate la vista, cuquita, no me leas a Zola en el i
phone, que yo (muy que te pese) te quiero bien. Te quiero muchito. En el fondo,
en el fondo, los sabes.
Johnny
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